Los blisters están vacíos en el suelo, a la botella tampoco le queda agua. Ella supone que para tragar treinta pastillas se necesita bastante líquido.
Se sienta en el frío suelo de su habitación. Tiene cuatro horas, bueno, un poco más. Solo le queda esperar. Algo que se le da muy bien porque lleva toda la vida aguardando este momento.
Entonces surge algo que no había previsto: el miedo a lo desconocido. Toda su vida estaba segura de que la muerte era el final, pero, ¿y si no lo es? ¿Significa que hay más camino que recorrer? ¿Las pastillas no te permiten el descanso eterno? Su cuerpo empieza a temblar. Hasta ahora había estado impasible, no lo dudó en ningún momento. Pero ahora, con el trabajo hecho, teme que entre los cálculos, la igualdad "pastillas = fin" no sea cierta.
¿Y ahora qué hace? ¿Se arriesga y confía en sus ecuaciones? Demasiadas incógnitas para resolverlas todas en unas pocas horas.
Decide buscar algo que le diga qué hacer. Pero está sola. Así que toma una decisión, puede que se arrepienta, puede que no, eso ahora no lo sabe. Pero pase lo que pase, continuará adelante.
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