Mateo llevaba más de cinco años encerrado en casa. Aislado en su cuarto, con su arco y sus flechas. Sus miedos le habían llevado a la soledad extrema.
Su psiquiatra no sabía qué más hacer y le propuso integrar un centro de día para jóvenes "como él". A regañadientes, le hizo caso y fue. No tenía otra alternativa.
Cuando los otros jóvenes vieron los aros olímpicos tatuados sobre su brazo le preguntaron qué le llevó a inscribirlos allí. El verdadero motivo era que ese tatuaje, le permitía camuflar las múltiples ocasiones a través de las cuales había tratado de acabar con su vida. "Voy a participar en las olimpiadas de 2024", dijo.
Los otros jóvenes le creyeron o, al menos, fingieron hacerlo. Y eso le permitió volver a sentir que brillaba de nuevo y que su vida recobraba algo de sentido.
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