Sentí como el sol me besaba el rostro. El primer indicio de la mañana, un llamado para empezar el día. Tal vez primero debería tomar el desayuno o quizá cepillar mi cabello, que en este punto es una mata desordenada de rizos enredados. Entreabro los ojos y visualizo el desastre que es mi habitación. Si siguiera viviendo con mi madre ella pegaría el grito en el cielo por ver los restos de comida en el suelo.
Trato de levantarme de la cama, pero las sábanas se aferran a mí. Me cuesta moverme, mas no por lo que la gente piensa; no es pereza sino un cansancio acumulado. Una voz me dice: "quédate, todo será más fácil así". Lucho para salir de ese trance, sin embargo, es inútil y poco a poco pierdo mi voluntad por un ratito más de sueño sin descanso.
Cuando suena el timbre soy consciente de la hora, es tarde. Aún así el rostro que veo al otro lado del umbral no tiene reproches para mí, lo que me hace sentir culpable. Besa mi frente y con tono despreocupado dice: "tal vez mañana". Mis ojos se llenan de lágrimas. Sí, mañana es otro día.
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