Desperté. No por la luz, era temprano. Como todas las noches de los últimos meses, he dormido poco.
Estaba encajada. Él provocó una pequeña depresión en la cama, y ahora que no está me hundo ahí. Debería comprar otro colchón.
No tenía sueño, tampoco ganas de levantarme. Por mis niñas me obligué a hacerlo, ellas son frágiles, necesitan una madre fuerte. Ya ves, cuando a mí quien me movía para todo era mi marido. ¡Maldito virus!
Mientras ponía el café vi una mancha de color en el balcón. El geranio, que no sabe la fecha, y ha producido más flores. Y no le hago ni caso, tendré que cuidarlo en el futuro.
El café está regular, tengo que comprar una cafetera. He visto una, pero es cara. A ver si mi hermano me gestiona la viudedad. Además me ha dicho que me puedo jubilar anticipadamente dentro de poco. Con eso quizás me pueda permitir algún capricho.
Voy a oscuras, dentro de un túnel. Pero al final, como en el de La Perruca, se vislumbra una mancha de luz. Tendré que llegar allí, donde estará la sonrisa de mis hijas, el colchón nuevo y el geranio florecido. ¡Ah! y la cafetera.
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