lunes, 4 de diciembre de 2023

Un día lluvioso

Sale de su portal y pisa un charco. Se mira en él. Su ondulante reflejo le provoca repulsión. Sigue caminando. La lluvia es densa. En ella se dibujan rostros. Estos le miran, le juzgan. Escapa. Se refugia bajo algo gris. Se refugia bajo lo gris. La lluvia amaina y retoma su camino. La lluvia vuelve a tomar fuerza. Los rostros le siguen. Cada vez son más. Corre. Se resbala y cae de bruces contra el gélido y empapado hormigón. Los rostros se desdibujan, copulan entre ellos y estallan en orgasmos de carcajadas. Se levanta y sigue huyendo. Gime. Sus zancadas son cada vez más erráticas. La lluvia cesa de repente. No puede más y se desploma. Necesita ayuda. Se arrastra, avanzando a ciegas hacia quién sabe dónde. Se detiene y alza la cabeza. Ya no hay rostros, ya no hay nada. Pasa el tiempo y nada cambia. Yace abandonado, sólo y sin esperanza. Mira de frente al vacío, pero ni el vacío le devuelve la mirada.

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