Entré a la sala de urgencias del hospital, donde el monitor medía sus débiles signos vitales. Solía ser trabajador social del ayuntamiento unos meses atrás. Entonces empezó a enfermar: "Hay personas con problemas más serios que han perdido extremidades o están en silla de ruedas", le decían. Esas palabras eran como dardos que se clavaban en su mente, donde el dolor es incisivo y subyacente ¿Cómo explicárselos? Hace un par de semanas lucía entusiasmado, asistía a sus controles y tomaba sus medicamentos con rigurosidad y ejercitaba su cuerpo para controlar la ansiedad y reducir el cortisol en su sangre. Unas horas antes yacía en su dormitorio, sus manos temblorosas apretaban las sábanas y un sudor frío recorría su cuerpo mientras sus ojos hinchados por el insomnio contemplaban el brillo del acero sobre su almohada. Aquella maldita enfermedad hace la vida repentina, los días radiantes como el sol se tornan de pronto oscuros como la noche. Vivir es disfrutar de la vida, pero él había perdido esa capacidad. En su mente vivía la crueldad, la intolerancia, el egoísmo y la falsedad. Estaba agotada, tal vez por eso quiso dejarla descansar…para siempre.
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