Rojo. Rojo era el suelo que se tambaleaba bajo mis pies.
Rojo como las flores que luchaban contra la sequía a la que estaban condenadas.
Rojo el color del final del día. La despedida del sol condenado a volver a brillar al día siguiente. Mostrando el mayor acto de resiliencia. Pensando que alguien seguiría su ejemplo.
Rojos se han quedado mis ojos de llorar. No por ti, sino por mi corazón. Que ya como un lejano recuerdo empieza a latir.
Rojas son las gotas que caen de mi muñeca como lágrimas escarlata tiñendo todo a su paso. Imperturbable es el rostro que se refleja en el espejo a pesar de ese escozor autoinflingido.
Rojo, bonito color para acabar esta historia, si no fuera porque ése no puede ser el final. Ese tac, tac, no puede ser lo último que escuchen mis oídos. Rojo no puede ser lo último que vean mis ojos. No. No merecen que ese sufrimiento haya sido en vano.
Se merecen que lo intente.
Rojo, es el color de la sonrisa que poco a poco se vuelve a dibujar en mi cara.
Rojo, como el amanecer, indicando con fuerza el comienzo de un nuevo dia.
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