Todo el mundo me dijo que cuándo la vida se extingue, no te llevas nada. Eso creía yo; sin embargo, desde que cometí el fin de mis actos, he descubierto que hay una cosa que no desaparece por sí sola.
Ahora cuando vago por las habitaciones de mi casa, percibo a este manto enfermizo que en vida sólo me envolvió a mí, tratando de cernirse sobre quienes más he querido. Me gustaría ayudarlos. Hacer algo más que provocar sustos o miradas inquietas.
El tiempo cura todo, una frase reconfortante. Pensé que con el pasar de los días, semanas, meses, y en algunos pocos, años, las cosas volverían a la normalidad, disipando mis temores. Daba por hecho que caería en el olvido, pero no es así. Mi recuerdo perdura en la atmósfera, en el suspiro de cada conversación. Poder verlos es lo único que me consuela de ser un depresivo fantasma. Saber que fui importante.
He descubierto que en la desnudez de sus almas portan cicatrices que a veces vuelven a abrirse; creí ser la única. Aún así, se ponen en pie y siguen viviendo. Oh si tan sólo pudiera...
Ya es tarde para mí. Pero para otros no.
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