Ven, dame la mano y hablemos.
Sé que te resulta difícil, que tan solo quieres encerrarte dentro de ti como un caracol asustadizo en su concha. Que tu vida te parece una sucesión insustancial de días, y que el hastío te atrapa con tanta fuerza que hasta respirar te cuesta.
Sé que envidias la felicidad superficial de tus amigas, y que tu comida favorita tiene ahora el sabor del cartón. Que no entiendes por qué te ocurre esto.
Sé que crees que nadie te puede comprender. Y que si saltas no te van a echar de menos.
Pero te equivocas.
Espera, no saltes, regálame un minuto más.
Ahora mismo te estás preguntando cómo puedo yo saber todo lo que estás sintiendo.
Lo sé porque hace unos años era yo la que se sentaba en ese mismo alféizar y tú la que, desde tu cuna, me tendiste la mano y me regalaste un motivo por el que vivir.
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