Cajas de metal se movían de un lado a otro, en su interior máquinas sin vida ni sentimientos usadas solo por diversión por seres que solo las miraban a través de un cristal. Una de estas carcasas metálicas llevaba un lote de robots rojos, máquinas de lucha siendo llevadas a la arena, estando recién ensamblados y con los engranajes listos para combatir.
Un estruendo dio la alerta de que el combate iba a iniciar, los ojos robóticos listos para mostrar al enemigo, listos para destruir a las máquinas azules.
La puerta se abrió lentamente y el sonido de la estrada resonaba haciendo del ambiente un espectáculo.
Frente a ellos estaban los otros, los azules que se abalanzaron sin temor.
Tuercas y tornillos, aceite y líquido refrigerante se derramó por toda la arena, sin temor a lastimarse solo para destruir a sus adversarios.
Entonces en el combate una de las máquinas sufrió un golpe en el visor, un mundo nuevo se abrió en sus fríos ojos, los colores se desvanecieron. Las gradas estaban llenas de robots blancos gritando, en el campo eran todos blancos y del mismo diseño.
Un segundo golpe terminó su revelación.
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