Caballos indomables habitan en mis sueños, avanzan triunfales por terrenos escabrosos. Su figura es un destello apenas perceptible en una noche sin estrellas. Galopan sin parar, pero sus nervios se tensan con las terribles visiones conjuradas por el dolor, que llega en oleadas, como la impenetrable formación de una legión justiciera.
Ansían ver un nuevo día, pero la oscuridad no remite y sus fuerzas se agotan. Sombras que resultan familiares prometen verdes praderas, pero aún no es tiempo, ha descendido la temperatura.
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