Él se arrepentía de haber vivido, aborrecía la existencia. Miró la ventana y saltó. Dios le hizo reencarnarse en cada uno de los cuarenta y ocho millones setecientos treinta y cuatro mil ciento cuarenta y un espermatozoides que su padre soltó esa tarde y no llegaron. Siempre era lo mismo, cuarenta y ocho millones setecientos treinta y cuatro mil ciento cuarenta y una veces. Salía, comenzaba el camino por la vagina de su madre durante sesenta y tres horas, y, moría intentando entrar, ese fue su purgatorio. Duró cuatrocientos seis mil ciento diecisiete años, y unos meses. Pero al final entró en el cielo.
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