A cada soplo de aire que me acaricia el rostro, mientras el suelo se me acerca peligrosamente, siento como mi cuerpo se libera del dolor del mundo y una sonrisa de felicidad me acompaña hasta el principio del fin. Ya casi llego, puedo saborear el final…
Vuelvo a mí. Sigo con los pies en la tierra. Miro al vacío. Si salto no lo notarán. Nadie me va a echar de menos. Seré libre de las cadenas que me aferran a una vida que no me pertenece. Estoy cansada de luchar por algo que no es mío. Todo puede acabar en un momento. Pero una mano invisible más fuerte que la de mi cabeza me mantiene con los pies en el suelo. Miro a mi derecha, con los ojos bañados en lágrimas, y veo a mi gatito mirándome con cara curiosa. No puedo abandonarlo. A él no. No quiero que pase por lo mismo que pasé yo. Lo voy a hacer por él. Si salto, él sí que lo notará. Y no lo puedo permitir.
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