Hubo muchos días en que solo buscaba la manera menos dolorosa, menos escandalosa y más rápida de salir de este tormento y esta tortura diaria que era para mí el ¿Vivir? Supervivir.
Se me hacía tentador el salto de un puente, la soga, el silencioso corte de una hojilla en las venas o el pacífico pero no muy confiable método de la sobredosis… Pensaba: «Tantos métodos, tantas formas de acabar conmigo… ¿A dónde acude uno para curarse del sobrevivir, del sufrimiento que trae la miseria? Ojalá así como hay tantas maneras de quitarse la vida…pudiera uno contar con una inyección, un fármaco, algún ungüento para aliviarse de esto, pero no».
Y ni hablar de hablarlo con persona alguna. Las pocas veces que lo intenté, creyendo en ello una forma reprimirlo, solo hallé burlas; fui tildado de loco, psicópata, esquizofrénico, cobarde. ¿Cobarde? No se imaginan el valor que se debe tener para tomar esta decisión.
En fin, creo que, en el fondo, de tanto buscar cómo eliminarme, solo quería encontar cómo y porque seguir.
Infortunadamente no lo hallé, pero, espero que tú, que encontraste esta minuta, puedas hallar más motivos para quedarte que para irte.
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