Hoy es uno de esos días de sentimientos encontrados. Un bonito color de labios y un tierno moño en el cabello me hacen sentir bien, mientras mi corazón parece encogerse con los días.
"La depresión está en un ocho, del uno al diez." contesté a mi amiga, quien me preguntaba cómo me sentía en esa escala. Me obligo a salir, a sentirme mejor... Siento que es lo más maduro que puedo hacer; pero es lo que menos me llena. Me siento miserable con cada paso que doy, cada respiración que tomo es difícil.
Pero luego observo las personas, la cultura y el arte que me rodean; siento ganas de llorar porque la vida es inmensurablemente hermosa y se concentra en pequeños detalles: aquellos gestos que las personas hacen con las manos al bailar danzas folclóricas, o la sonrisa de una joven tocando el violín en un pasaje subterráneo.
La paz que me brindan los días así es que siento mucho, pero no es todo malo. Hoy tuve un balance, y me consuela saber que entre la depresión que alguna situación desencadena, la nostalgia otorga una ventana a la redención de un alma atormentada; el arte actuó en combinación con mi decisión de sanarme, y proporcionó ese cese de ansiedad que tanto necesitaba, pero que evitaba buscar.
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