—Es difícil olvidar, aquel día en casa de mi madre, cuando sonó el teléfono y fui yo quien cogió la llamada, quien recibió la triste noticia, quien la trasladó a mi madre, a mi hermana, quien pensó cómo decírselo a mi padre, su tío, porque sus hijas, sobrinos y sobrinas desde que murió su hermano, eran sus tesoros más preciados. Luego vinieron los lloros, los lamentos y los desasosiegos, preguntándonos el porqué, qué podríamos haber hecho y no hicimos para evitarlo, cómo no nos habíamos dado cuenta que estaba tan mal…— Contaba Sara, con voz entrecortada.
—Mi prima, se enamoró, formó una familia en otra ciudad. Era la persona más buena y alegre que os podáis imaginar, siempre pendiente de los demás. Chicos, chicas… nos puede pasar a cualquiera, nadie está libre de caer en una depresión. Cuando le escribí un WhatsApp para felicitarle las Navidades, no me contestó y no le di importancia... Se hace duro el duelo, y más en un pueblo, donde los comentarios de la gente pueden hacer más mal que bien, y…— Sara, psicóloga de profesión, continuó la conferencia en el instituto, concienciando sobre la importancia de la salud mental y la prevención del suicidio.
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