martes, 7 de noviembre de 2023

Tristeza

No soy feliz.

Mis días no tienen sentido.

La pena habita en cada rincón de la casa.

Mis hijos viven su vida y cuando me visitan los percibo como adultos extraños.

Me siento frágil y abandonada. A nadie le apetece escuchar mis quejas. Mi tristeza, mi vacío impregnan todo como una mancha de petróleo en un mar antes hermoso.

Al principio mi marido me culpaba de no salir, de no estar nunca contenta, de no tener deseo sexual. Entonces llegó el diagnóstico: el abismo de la tristeza ocuparía un lugar en nuestra vida. Hace tiempo que se limita a preguntarme si he tomado mis pastillas.

Un día vino a casa con una bolsa con varios polos de colores alegres y un perfume caro. Observé que se arreglaba con esmero y supe que me sustituiría por otras mujeres. No le reproché nada.

A veces he pensado acabar con mi vida pero es una idea fugaz que se desvanece porque en algún lugar de mi mente estoy yo como soy en realidad: alegre, activa, afectuosa. Sé que saldré de este túnel de oscuridad y sentiré de nuevo la frescura de la vida porque ese es mi destino y es lo que merezco.

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