miércoles, 8 de noviembre de 2023

Ego me absolvo

Te escribí tantas cartas en silencio que era difícil que no me escucharas. Pero hoy será diferente. Hoy pongo voz a mis pensamientos, para que tú, querida muerte, por fin puedas ponerme cara.

Llevo más de 30 años pensando que no encajo, que los demás nunca me querrán y que soy un error de este invento al que llaman vida. Y no, no me iba a confesar a la iglesia de la esquina, si no que tú has sido mi confesora entre las sábanas de una cama que siempre me dio cobijo y donde me sentía arropada, amada. Té exigí mi absolución. Es curioso como el sufrimiento nos nubla hasta las mismas ganas de respirar, pensando en expirar, caducar.

Un día, mis hijos me dieron su mano, me quitaron el pijama, me peinaron y me abrazaron tanto que se me olvidó el mundo que me había construido. Juntos fuimos desmontando montañas, apagando fuegos, cantando para reescribir mis prolongados silencios. Y me fui convirtiendo en escaladora de progresos, bombera de penas y cantante de oportunidades.

Y tú, estabas, pero ahora como pariente lejana que aguarda, pero no apremia. Ahí te quiero. Quédate con mi cara, pero no con mi vida.

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