Hoy he vuelto a escuchar voces. Esas voces que en este mismo instante estoy escuchando me están ayudando a escribir este relato. Resulta que me inspiran como a otros muchos escritores. Ni soy violento, ni agredo a nadie, de hecho, mis voces me producen cierta intranquilidad, pero a la vez cierta sensibilidad con el entorno. Las voces las escucha todo el mundo y creo una vez le dije a mi madre que una vez me dijo una voz (que acabó siendo mi amiga) que ella, mi madre, iba a morir. Sí, ella acabo muriendo, pero no fue la voz, sino la simple naturaleza.
Ahora bien, una vez hablando con la naturaleza, mientras la naturaleza me hablaba le dije que me susurrara al oído. No sabía ni que contestarle porque me dijo algo tan sano… Cuida a quien te cuida y quiere a quien te quiere. Ahora sé que si las voces me cuidan, yo les cuidaré a ellas. También sé que si alguna compañera está muriendo por dentro yo acudiré a cuidarla. Por ello, escribo este relato mientras acudo a un grupo de apoyo mutuo. Estamos locos todos, pero muy orgullosos.
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