Hace días, Pilar pasó a ser una cuarentona alegre, gesticuladora que ríe a menudo acompañada de estruendosas y fragorosas carcajadas, cualquiera diría que es feliz; pero esa hilaridad encierra sus demonios; comparte la vida en un departamento con su esposo e hijo; es el principal sostén familiar; para ella, es importante el dinero; acusa al esposo por la inestabilidad económica porque no aporta lo suficiente. Trabaja en una empresa como secretaria, es autoexigente y entregada a su labor; padece diversas enfermedades, ingiere un sinnúmero de medicamentos, siente un gran peso en los hombros; además, vigila a sus padres que viven en la planta baja.
Cierto día, furibunda, cansada, insatisfecha emocionalmente, echa del hogar al esposo por supuesta infidelidad; posteriormente, se arrepiente, odia estar sola en casa, llora continuamente; por las noches, deambula por el edificio, ve sombras, escucha voces llamándola; ha mermado en su trabajo; recuerda los gritos desgarradores de su madre, cuando siendo joven la encontró en un charco de sangre; este evento está a punto de repetirse, ingiriendo simultáneamente sus medicamentos; a lo lejos escucha a su hijo llamándole ¡ya llegue, mamá!; analiza su situación, voluntariamente ingresa a un centro psiquiátrico en vísperas navideñas, previendo un desenlace fatal.
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