Fue hace dos años cuando Laura comenzó a buscar ayuda para su mente desgarrada.
Aprender a convivir con la tristeza era un proceso afilado que se volvió insoportable.
No había una única causa de aquel fenómeno. La pandemia, que la obligó a teletrabajar, o mejor dicho, a vivir en el trabajo; la ruptura con su pareja, un hombre gris que padecía la peor de las enfermedades...el aburrimiento; o la noción de que su vida se deslizaba con una total falta de sentido y sintonia.
Llevaba notando desde hacía tiempo la ausencia de su sonrisa. Es por ello que la insistí en acudir a terapia. Por ello y porque entiendo que la amistad verdadera debe tener un fondo de coherencia insobornable.
Despegar la sal pegajosa que recorría su alma ha sido un camino largo con un feliz destino, donde el sol se asoma todos los días.
Me detengo a pensar en el valor de aquellos consejos que la lanzaba, sintiendo que en la vida puede haber palabras entretenidas, interesantes, pero sobre todo importantes, porque fueron estas las lograron recuperar de aquel oscuro pozo la mágica sonrisa de Laura.
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