Hemingway es un escritor que se suicidó. Sylvia Plath es una poeta que se suicidó. Richard Quine es un director de cine que se suicidó. George Sanders es un actor de cine que se suicidó. Capucine es una actriz de cine que se suicidó. Kurt Cobain es un músico que se suicidó. Vincent van Gogh es un pintor que, posiblemente, se suicidó… En todo caso, el suicidio, es algo que no nos es ajeno. Vivimos cerca él porque existe como forma de huida. Como forma de duelo adelantado. Ese por el que nuestros familiares cargan con parte de la culpa. La que arrastra nuestro sufrimiento interior hacia el extremo máximo.
Así, cada vez que observo las noticias de la vida, pienso en la suerte que tengo al estar vivo. Ya que, gracias a ello, puedo leer libros, ver películas, escuchar canciones… descifrar cuadros. La razón de ser de mi escuálida vida. Porque, aunque mi vida sea un abismo de tristeza, en el fondo, soy medianamente feliz porque disfruto con aquello que me gusta. Es decir, lo que me gusta me mantiene vivo y, por tal motivo, no voy a renunciar a ello por mucho que otros, sí lo hayan hecho.
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