martes, 17 de octubre de 2023

El minero

De pie a orillas del erial, el hombre somete su rostro a la ventisca.

Está quieto. Lleva en su mano una linterna apagada; no necesita luz para ver lo que ya ha visto. Solo quiere tiempo para entender, para olvidar, para que el dolor se le curta como la piel, en la noche subterránea.

Más allá del campo, se recortan con suavidad las minas de carbón. El hombre sabe que en el vientre rocoso se pudren los cuerpos de treinta mineros. Treinta amigos. El azar lo desplazó del eje de la muerte, pero no puede evitar la memoria. Dormido o despierto, el eco de gritos apagados y golpes de pica y puño le torturan la sobrevivencia. Lleva en las entrañas la imagen presentida de treinta asfixias.

Solo, frente al vasto paisaje, su temple se hace añicos. Sin tiempo para la última plegaria, cae de rodillas en la tierra reseca.

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