¿Cómo llegaron ahí? No lo sé. Esos bichos, más negros que la noche misma, recorrían su cara y su cuerpo como si ese hubiera sido su hogar desde el principio. Él no parecía inmutarse, como si ya formaran parte de él. Era repulsivo. Me perturbaba lo que estaba viendo y aún así no era capaz de apartar la mirada. Tampoco fui capaz de pedir ayuda. Tan sólo me quedé allí, mirándole, petrificado.
¿Qué haces? - Preguntó mi madre después de abrir la puerta del baño, que yo había dejado entornada.
Nada. - Respondí yo sin moverme.
Bueno, pues entonces deja de mirarte tanto al espejo y mueve el culo, que llegaremos tarde.
Antes de salir del baño eché un último vistazo a mi reflejo. Aguantándome las lágrimas y con la voz entrecortada por el miedo atiné a decir "aléjate de mí".
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