No sé muy bien por qué inició mi miedo a los espacios abiertos, sólo sé que el primer día del retorno a clases cuando tenía siete años me petrifiqué ante el marco de la puerta, todo empezó a girar y me faltó la respiración. Mi mamá inmediatamente me llevó a la tina del baño junto a buena parte de mis juguetes favoritos. Allí comenzó mi amistad con Agua.
- Hola soy Pedro, tengo Asperger y acabo de sufrir mi primer ataque de pánico, según dijo mi mamá cuando llamó por celular a mi tía.
- Hola soy Agua, entré a tu casa por la tubería y me gusta viajar por todo el mundo.
- ¿No es peligroso allá afuera? Una vez mi papá salió por la mañana y ya nunca volvió: el mundo se lo comió.
Sí, como todo niño tuve un amigo imaginario. Algunos hablan con el picaporte de la puerta de su cuarto, otros con el bombillo, algunos con su zapato viejo favorito, a mí me dio por hablar con Agua. Normal.
Pasaron varios meses en los que no pude salir de la casa sin desmayarme. En las noches Agua dentro del vaso sobre mi mesa de noche velaba mis sueños. Me contaba sus aventuras convertido en rio cantarín, ola marina, copos de nieve o gotas de lluvia.
Y fue precisamente una tarde de lluvia cuando pude salir al jardín, agua tocó a mi ventana transformado en cientos de gotitas y me invitó a salir. Al abrir la puerta un charco me dio la bienvenida sobre el tapete donde escrito en inglés se leía welcome al revés.
Poco a poco fui empapándome de Agua como si fuera un escudo protector sobre mis ropas. Abrí los brazos en forma de aspas y esta vez fui yo el que giró mientras el mundo permaneció sereno bajo mis pies.
Cuando mi madre llegó de hacer las compras en el supermercado me vio jugando bajo la lluvia y corrió a abrazarme. Agua se asomó en sus ojos en forma de lágrima dándome un guiño.
Pasaron algunos años sin que volvieran los ataques de pánico ante los espacios abiertos. Pero cuando cumplí quince años una sequía fuerte azotó mi país. Por varias semanas no llovió una gota, en todos los locales restringían de los baños, las fuentes dejaron de cantar en los parques. Mi amigo se notaba preocupado.
Decidí que no quería volver a estar encerrado en casa ante próximas sequias. Cuando me gradué de bachiller decidí estudiar protección ambiental en la universidad. Ahora formo parte de un grupo de activistas que vamos por el mundo presentando a mi amigo Agua como un aliado de todos nuestros procesos vitales.
Ya no siento miedo de salir al mundo. Sé que no me podrá comer pues tengo el poder de hacer el planeta un lugar más seguro… mientras pueda contar con mi amigo Agua.
- Hola soy Pedro, tengo Asperger y acabo de sufrir mi primer ataque de pánico, según dijo mi mamá cuando llamó por celular a mi tía.
- Hola soy Agua, entré a tu casa por la tubería y me gusta viajar por todo el mundo.
- ¿No es peligroso allá afuera? Una vez mi papá salió por la mañana y ya nunca volvió: el mundo se lo comió.
Sí, como todo niño tuve un amigo imaginario. Algunos hablan con el picaporte de la puerta de su cuarto, otros con el bombillo, algunos con su zapato viejo favorito, a mí me dio por hablar con Agua. Normal.
Pasaron varios meses en los que no pude salir de la casa sin desmayarme. En las noches Agua dentro del vaso sobre mi mesa de noche velaba mis sueños. Me contaba sus aventuras convertido en rio cantarín, ola marina, copos de nieve o gotas de lluvia.
Y fue precisamente una tarde de lluvia cuando pude salir al jardín, agua tocó a mi ventana transformado en cientos de gotitas y me invitó a salir. Al abrir la puerta un charco me dio la bienvenida sobre el tapete donde escrito en inglés se leía welcome al revés.
Poco a poco fui empapándome de Agua como si fuera un escudo protector sobre mis ropas. Abrí los brazos en forma de aspas y esta vez fui yo el que giró mientras el mundo permaneció sereno bajo mis pies.
Cuando mi madre llegó de hacer las compras en el supermercado me vio jugando bajo la lluvia y corrió a abrazarme. Agua se asomó en sus ojos en forma de lágrima dándome un guiño.
Pasaron algunos años sin que volvieran los ataques de pánico ante los espacios abiertos. Pero cuando cumplí quince años una sequía fuerte azotó mi país. Por varias semanas no llovió una gota, en todos los locales restringían de los baños, las fuentes dejaron de cantar en los parques. Mi amigo se notaba preocupado.
Decidí que no quería volver a estar encerrado en casa ante próximas sequias. Cuando me gradué de bachiller decidí estudiar protección ambiental en la universidad. Ahora formo parte de un grupo de activistas que vamos por el mundo presentando a mi amigo Agua como un aliado de todos nuestros procesos vitales.
Ya no siento miedo de salir al mundo. Sé que no me podrá comer pues tengo el poder de hacer el planeta un lugar más seguro… mientras pueda contar con mi amigo Agua.
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