lunes, 9 de marzo de 2020

Interregno

Imperio de las mónadas disuelto debido al súbito regicidio de la razón luego de la escisión de su personalidad circunspecta y monocroma. Armonía fragmentada que dio paso a un bullicioso ramillete multicolor, baraúnda trepidante instalada en su psique y que aquel tribunal de ciencia halló culpable de múltiples e irreparables crímenes contra la Salud Mental. Exiliado de la comunidad funcional únicamente le quedaba algún resquicio de equilibrio interno durante los períodos de conticinio de la medianoche del alma, esa que el estetoscopio psiquiátrico no alcanzaba auscultar. No era sencillo reconstruir la sinuosa vía que desembocó en su locura, pese a que en ocasiones pudiese beber sorbos de ciertos reflejos (no podía aseverar se tratasen de recuerdos en rigor) de su época cohesionada. Lánguidas memorias que se relacionaba con sus estudios, causa eficiente de su declive mental.

Su tesis planteaba la realidad como relato e intentaba superar el viejo dilema entre determinismo y libre albedrío, lo que le llevó por senderos metodológicos poco ortodoxos. Al investigar acerca de la escritura automática como fenómeno estético y psicológico, creyó que también podría tener una naturaleza metafísico-ontológica pues estaba convencido de los poderes inherentes del sujeto, de sus potencialidades inconscientes, arietes vigorosos capaces de derribar los inextricables cerrojos y secretos del objeto, proeza que ni la ciencia ortodoxa ni las teorías revisionistas habían conseguido. Durante los primeros días no leyó más que un puñado de hojas llenas de párrafos inconexos y quizá habría cedido en su empeño y retenido la corona de su cordura si un hecho, insólito y perturbador no hubiese aguijoneado sus certezas primigenias y elementales sobre la existencia. 

De repente comencé a escribir dormido, cada mañana leía fragmentos que redactaba en un estado que consideré era incompatible con el simple sonambulismo. Sin duda esto era distinto, porque las notas narraban en sus fragmentos acontecimientos premonitorios que eran corroborados con la simple observación al salir a la calle, fuera de mi control y que tenían más que ver más con terceros que conmigo mismo.¿Dejá vu? Lo dudé, porque a medida se conciliaban los tiempos de historia y discurso los relatos se hacían más rigurosamente exactos, extensos y minuciosos llegando a abarcar decenas de páginas y horas completas. Inerme, me disolví en el ácido demencial al leer con horror: 

Imperio de las mónadas disuelto debido al súbito regicidio de la razón, cuando su personalidad circunspecta y monocroma se escindió, la esencia fragmentada dio paso a un bullicioso ramillete multicolor, baraúnda trepidante instalada en su psique y que aquel tribunal de ciencia halló culpable de múltiples e irreparables crímenes contra la Salud Mental…

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