Cuando
Efraín, se miró al espejo, se sintió feliz.
Recordó que meses antes, al ver su rostro en el espejo, se había avergonzado de sí mismo, pues hacía años que estaba bebiendo y su físico ya mostraba las huellas de su adicción, lo peor era que pese a que a veces lo deseaba, no podía dejar de beber. Su jefe le había dicho que tendría que despedirlo, a menos que se pusiera en rehabilitación; y que si no tenía fuerza de voluntad, pensará en su mujer y sus hijos y que lo hiciera por ellos, pues en el vecindario era voz populi que la familia sufría y que estaban viviendo en un infierno. Así llegó al COSAM, el Centro de Salud Mental donde el médico que lo atendió le recetó medicamentos y lo invitó a sesiones terapéuticas en las que participó en forma entusiasta. Poco a poco fue recuperando su autoestima; en su trabajo empezaron a mirarlo con otros ojos, y él se da el tiempo necesario para estar con su familia.
Recordó que meses antes, al ver su rostro en el espejo, se había avergonzado de sí mismo, pues hacía años que estaba bebiendo y su físico ya mostraba las huellas de su adicción, lo peor era que pese a que a veces lo deseaba, no podía dejar de beber. Su jefe le había dicho que tendría que despedirlo, a menos que se pusiera en rehabilitación; y que si no tenía fuerza de voluntad, pensará en su mujer y sus hijos y que lo hiciera por ellos, pues en el vecindario era voz populi que la familia sufría y que estaban viviendo en un infierno. Así llegó al COSAM, el Centro de Salud Mental donde el médico que lo atendió le recetó medicamentos y lo invitó a sesiones terapéuticas en las que participó en forma entusiasta. Poco a poco fue recuperando su autoestima; en su trabajo empezaron a mirarlo con otros ojos, y él se da el tiempo necesario para estar con su familia.
Atrás
quedaron sus amigos del bar. Hoy ha ido al Centro de Salud con su
mujer y sus hijos, pues será dado de alta. Efraín está contento,
ya que pese a que reconoce ser alcohólico, sabe que no volverá a
beber.
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