Llevamos mucho repitiendo esta cita, mismo día, misma hora y el mar de testigo, nuestro mar. Veo su cara sonriendo mientras me acerco, parece tan feliz… Los impulsos toman el control y termino corriendo el último tramo. Descanso en su pecho unos segundos, hay tanta paz en ese abrazo que antecede al anhelado beso en la frente. Nos sentamos en la arena, con el mar bañando nuestros pies y reímos como dos tontos. El agua está siempre fría en octubre y pronto se pondrá el sol.
Entonces, como ya es costumbre, le cuento todo lo que ha acontecido en mi vida desde la última vez que nos vimos, hace exactamente un año.
-Tengo un trabajo que llena mi alma a la vez que mis bolsillos. Trato de ayudar a otros siempre, en ocasiones duele la ingratitud, pero es el precio que toca pagar. Llegan días en los que rendirme parece la opción más sencilla, pero veo la sonrisa de esa niña y es toda la fuerza que necesito para hacer de este mundo un espacio algo mejor.
-Háblame de ella, he visto que crece por día y a veces me gusta creer que tiene mi sonrisa.
-Cuatro años. Nos sorprende constantemente con sus comentarios. Ayer le pregunté qué quería ser de grande y me dijo que quería ser yo.
-Están haciendo un excelente trabajo con esa pequeña. Tienes una familia hermosa y eso me deja muy tranquilo. Debo comentarte algo y quiero que lo asumas con la frente en alto: Este será nuestro último encuentro, es hora de partir, me he tardado demasiado.
- No, no es justo. No puedo…
-Sé fuerte. No pienses nunca que la razón es que he dejado de amarte. Yo también espero este encuentro con ansias. Verte llegar con tu carita feliz, lista para contarme todos los triunfos, logros, venturas y desventuras, que aún cuando estoy al tanto de cada detalle, escucharlo de ti es pura magia. No llores. ¿Por qué lloras? Llevamos más de 30 años luchando contra el supuesto vacío que dejé aquella tarde al irme. Lo que no terminas de entender es que nunca me he apartado de ti, estoy en cada una de tus sonrisas, me duele cada una de tus derrotas, me encargo de aquellos que te hacen daño, porque es y siempre será mi misión protegerte. Te has convertido en mucho más de lo que soñé aquel día que estuve frente a tu cuna por horas contemplándote en silencio. Necesito descansar. No me preguntes si nos encontraremos de nuevo, es algo que no puedo responder. Me encantaría creer que sí y que tendré una nueva oportunidad de ser tu padre, porque no puedo imaginar una mejor hija.
Cúbrete con esta manta, hace frío. Es una hermosa puesta de sol, ¿no crees?
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