Le pedí que no se muriera hasta que no me encontrara bien, como si morirse dependiera de una. El caso es que entonces sentí que se había ido en un momento en el que no me iba a sentir dañada, herida de muerte, sumergida para siempre en la más profunda de las depresiones. Cuando mi abuela murió se acabaron las llamadas habituales preocupándose por mí, por mi estado de salud principalmente. Y muchas más cosas.
Era una mujer muy mayor, de noventa y un años, que en meses anteriores a su fallecimiento había estado hospitalizada en varias ocasiones, y todas las veces fue dada de alta, dada su mejoría. En esos momentos en que toda la familia tenía que cuidarla me sentía activa, llena de energía aunque cueste decirlo, eufórica y alegre. Todo el mundo no vive estas situaciones de estrés de la misma forma. Estaba pasando por una fase de manía.
De la misma forma, tuve un duelo algo extraño. La negación de su pérdida pasaba por esperar verla cuando iba a su casa a visitarla, sentía que me iba a llamar de un momento a otro e incluso soñaba repetidas veces con ella con el afán de que estuviera viva. La ira me llegó al sentir que me había quedado sin una persona muy importante de mi vida, ella me aportaba más de lo que creía, me había dejado de alguna forma, desprotegida.
Me salté algunas fases del duelo como la negociación y por otras pasé de manera muy tibia, dadas las circunstancias. Recuerdo montarme en el autobús urbano para ir a la consulta de Salud Mental, lo único que por entonces me hacía salir de manera imperiosa de mi piso, y pensé de nuevo, era un pensamiento recurrente en mis fases de depresión, en lo innecesario que es el estar moviéndose las personas continuamente de un lado para otro y estar siempre ocupadas. También experimenté, al pasar por el puente y contemplar el paisaje, ese vacío que se siente cuando alguien te falta, porque no la iba a ver más.
Pero todo pasa, es cuestión de tiempo, a veces hace falta ayuda, a veces es necesario pedirla, la aceptación es el último paso que queda para superarlo, y con más o menos esfuerzo es imprescindible lograrlo. Para mí, aceptar la muerte de mi abuela, inevitable y esperada, no fue como presentía, logré superar el duelo. No todos los duelos son iguales, ni las fases se pasan de la misma forma, los duelos son particulares. No me parece bien que se juzguen.
No obstante, mi gran duelo lo he pasado en los inicios de mi enfermedad mental. Aceptar la enfermedad, tener que asumir una depresión, medicarme, la fractura de mi yo, sí me ha hecho pasar por todas las etapas del duelo y las he vivido con mucha intensidad.
A cualquier persona se le puede resistir un duelo, no obstante, hay que pedir que se respete el dolor en cada una de sus formas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario